Si en una conversación sobre literatura hablamos de novelas y escuchamos el nombre de Gabriel, automáticamente en nuestra cabeza aparecerán los apellidos, García Márquez. No dudamos si es el premio Nobel o el que escribió aquella magistral cita en el baño del bar de nuestro barrio, y firmó como Gabriel el guacharro.
En gastronomía pasa lo mismo, si escuchamos la palabra “anchoas”, automáticamente en nuestra cabeza aparecerá la palabra “de Santoña”. El origen, en este caso, apellida al producto y aporta al consumidor información sobre su merecida calidad y garantía, si quieres disfrutar de una buena anchoa, lo mejor es que sea de Santoña.
Además, en la sociedad de la inmediatez, no nos da tiempo o nos da mucha pereza, comparar una anchoa de Santoña, con una de L’Escala o con una elaborada en Socuellamos, si, si, has leído bien, Socuellamos. Aun pudiendo ser las tres de una calidad excepcional, el apellido nos da la seguridad a la hora de elegir.
No cuestiono la calidad ni el mérito a la hora de haber consolidado un apellido, todo lo contrario, lo considero de un valor excepcional y es algo en lo que llevo años trabajando en el entorno de los productos de Castilla-La Mancha. Aunque se está cambiando, hasta hace muy poco, aquí, los pimientos, eran pimientos, al igual que las cebollas o los melones, digamos que se cultivan y se venden, “sin darse importancia”.
Llevo más de ocho años colaborando en el programa Entre Fogones de Cadena Ser, y cada semana entrevistamos a agricultores, restauradores u organizadores de eventos, siempre con contenidos que tengan que ver con la gastronomía de la provincia de Ciudad Real. En estas entrevistas escucho con frecuencia ejemplos como los de los exquisitos pimientos de Infantes, que tienen como destino mercados de Madrid, Barcelona o Bilbao. El problema es que cuando nos comenos un espectacular chuletón en un asador donostiarra, no es frecuente escuchar, “acompañado de una excelente guarnición de pimientos asados de Infantes”
Colaborar estos últimos años en Sabores del Quijote, donde hemos visitado numerosas localidades poniendo en valor alguno de sus productos más icónicos, me ha reafirmado en la necesidad de poner foco en los apellidos, para evitar que el origen se diluya, y se pierda lo único que no es posible imitar, la singularidad del territorio.
Es muy difícil cambiar una manera de pensar, pero quiero imaginar que no imposible. Por eso considero que iniciativas como Raíz Culinaria, Sabores del Quijote o cualquiera que apoye la idea de apellidar nuestros productos, es un acierto. Por tanto, para que no penséis que la perdiz roja en escabeche viene de tarrolandia, en vez del Campo de Montiel, os detallo algunos apellidos, unos los conoceréis, quizás otros no, pero os invito a descubrirlos todos:
Queso Manchego, Ajo Morado de Las Pedroñeras, AOVE Campo de Calatrava, AOVE Campo de Montiel, AOVE de Montes de Toledo, AOVE de la Alcarria, Pimiento de Infantes, Cebolla de La Mancha, 20 Denominaciones de Origen de vino, Melón y Sandía de La Mancha, Azafrán de La Mancha, Cordero Manchego, Pistacho de La Mancha, Judía Pinesa de Malagón, Garbanzo de Alcolea, guarrillo de Almadén, caza mayor (Sierra Madrona, Montes Sur, Montes Norte o Montes de Toledo), perdiz roja de Campo de Montiel, ternera y cordero de Valle de Alcudia, Miel de la Alcarria, Berenjena de Almagro, Pan de Cruz de Ciudad Real, patatas de Herencia, trufa de Cuenca, Nueces de Nerpio, brandy de Tomelloso, etc.
Estos más de 20 apellidos que acabo de citar, son solo algunos de los que se producen en tierras castellanomanchegas, puede que muchos de estos hayan pasado por vuestras mesas, pero lo han hecho mudos, con sigilo, y quizás ya sea hora de “darse un poquito de importancia”